El poeta que tradujo a New York
Unas observaciones sobre Federico García Lorca y la traducción de sus poemas sobre/en la Gran Manzana del año de la crisis.
Fin de año, cambio de régimen, fin de clases, desestructuración, anticipación, el calor y sus tormentas: me está costando mucho escribir de manera habitual y consistente, pese a que no faltan temas, pese a que me sobran; también me está costando leer con constancia, pero eso es mi culpa. Tengo dando vueltas por la casa una edición bilingüe, en tapa blanda, de Poeta en Nueva York de Federico García Lorca. Debería decir, más bien, que tengo Poet in New York, porque el libro está editado en inglés,1 con el texto original en español como añadidura: el poema traducido en las páginas impares, el original en la página par precedente.
No conozco nada previo de Lorca y por lo tanto me aproximo a este libro con total libertad y desparpajo de opinión. La verdad es que el surrealismo de Lorca (un estilo que no es el de sus obras más conocidas, tradicionales, como el Romancero gitano) me deja bastante insatisfecho, pero sigo leyendo, a razón de uno o dos poemas cortos por día, porque en ese camino sembrado de frases construidas por asociación libre uno puede ir recogiendo gemas aquí y allá. Imágenes afortunadas, sobre todo, porque Lorca, acá, no tiene ni una fonética ni una prosodia destacables (que yo logre aprehender); las imágenes en sí suelen ser fuertes pero fugaces, no encuentran un lugar en un andamiaje discernible (de nuevo, para mí), se pierden como joyas arrojadas con descuido a un arroyo correntoso; pero algunas quedan, Lorca les da un tiempo, un verso, una estrofa, alguna vez dos, no más. Dice, por ejemplo, con un resto de uso de rima que después desaparece:
Es por el azul crujiente,
azul sin un gusano ni una huella dormida,
donde los huevos de avestruz quedan eternos
y deambulan intactas las lluvias bailarinas.Es por el azul sin historia,
azul de una noche sin temor de día,
azul donde el desnudo del viento va quebrando
los camellos sonámbulos de las nubes vacías.
O también:
Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos
y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales del Broadway.
Hace un tiempo tengo la impresión de que están proliferando las ediciones bilingües paralelas de obras literarias y poéticas, al menos en las librerías argentinas; es muy posible que esta impresión sea falsa y que se deba, como suele pasar, al sesgo de mi propia atención de traductor incipiente. Esta en particular no la encontré yo sino que la recibí como regalo. En casa tenía ya hace un par de años una antología de poemas en alemán traducidos al español, y me compré hace unos meses otro —que todavía no toqué— de poemas de Yeats en inglés y traducción. (Tengo además un libro de haikus en japonés con traducción al español, pero en ese caso no soy capaz de valorar el original).
Poet of New York es una experiencia diferente. Al abrirlo me preparé inconscientemente —como siempre— para enfrentar y disfrutar del extrañamiento de ver las palabras propias trasladadas a un mundo nuevo, pero no salió como esperaba. Lorca es extraño de por sí en este libro, y mi inexperiencia con él difuminó la distinción entre los idiomas: no lo conozco y no podría decir, si me borraran de la memoria y de la portada del libro el nombre y la historia del poeta, cuál es el idioma original y cuál el traducido.
Me animaría a decir, incluso, que la traducción ha mejorado el original: ahí donde Lorca se extiende en versos libres que llegan a ser inmanejables para el aliento, Simon y White acomodan —sin plena consciencia, estoy seguro— las cortas palabras inglesas a un ritmo más clásico, más armonioso y fluido. En ocasiones, por diseño o por inadvertencia, aparecen aliteraciones: felices parejas anglosajonas que en la versión española no se avienen en absoluto. (Rimar es fácil en español; aliterar es fácil en inglés. Rimar o aliterar sin quererlo y sin planearlo puede ser un error, un signo de distracción; hacerlo en una traducción puede introducir un énfasis donde no lo había). Traducen, por ejemplo, «Esa brisa de límites oscuros» como «Those dark boundaries of the breeze»; aquí ocurre que las b iniciales de los sustantivos son muy enfáticas en inglés, por no hablar de la diferencia fonosimbólica entre las vocales posteriores de oscuros y la vocal anterior (una /i/ larga) de breeze. La transposición sintáctica es muy correcta, pero no parece tener sentido excepto el de transformar un verso español típico (un endecasílabo con rima femenina, es decir, cuya palabra final es grave: oscuros) en un verso inglés también típico (un octosílabo con rima masculina, o sea, cuya última sílaba es acentuada: breeze). No mucho más adelante en el mismo poema, traducen, sin error pero también sin remedio, «colinas de martillos» como «hills of hammers».
El resultado es que la versión inglesa se lee muy bien, quizá incluso demasiado bien. Lorca crea frases imposibles, complejos que no son metáforas porque no tienen referente, sino que forman como una telaraña finísima, desgarrada y que flamea al viento. El contexto inmediato está deshecho y el traductor tiene que guiarse por su intuición de esa estructura mayor y mucho más dispersa, si acaso. Los traductores de Lorca tomaron algunas decisiones debatibles; así como mejoran la fluidez del original, esta aproximación o normalización a la forma prosódica «poética» tradicional a veces «aplana» el texto inglés. Si una frase sustantiva es anómala en español, su traducción debería serlo también… pero —como es natural— cada traductor tiene sus límites. Quizá yo, acostumbrado a leer en inglés pero sin intuición nativa de esos límites, les esté pidiendo que los transgredan más de lo que en realidad es posible o prudente hacerlo.
Federico García Lorca. (2002). Poet in New York. Ed. bilingüe, traducción de Greg Simon y Steven White. Penguin Books.