El tiempo del sueño
Sobre la gramática de lo onírico y el distanciamiento verbal de la ficción.
Uno no nota ciertas cosas en su casa, su ciudad, su cultura, etc. hasta que alguien de afuera viene y se las señala. Por supuesto, esto es un cliché… pero, como todos los clichés, tiene fundamento en la realidad. En este caso me refiero a la forma en que relatamos los sueños.1
Estudio una carrera de traducción hace años, y los detalles curiosos de los idiomas que hablo y leo me interesan y absorben hace más tiempo todavía. A esta altura tengo una idea más o menos acabada de las particularidades del castellano, pero algunas cosas me siguen tomando por sorpresa. Hace un tiempo, en un foro para estudiantes de español como segundo idioma, una persona comentaba que su novio (hispanoparlante nativo), al despertarse por la mañana, le contaba a veces sus sueños, y que siempre lo hacía usando el tiempo verbal préterito imperfecto, por ejemplo: Yo estaba contigo, íbamos a un restaurante y pedíamos pollo. Esto con seguridad le será familiar al lector si alguna vez ha contado o le han contado sueños.
Sin embargo (y esto no se enseña a los nativos, pero sí se les recalca a los estudiantes del idioma), cuando uno cuenta una historia en español, habitualmente lo hace en pretérito perfecto (simple o compuesto, según sea el dialecto): Llegué, vi, escuché, me di vuelta, dije, etc. Usamos el pretérito imperfecto solamente para establecer la situación inicial: Había una vez…, para describir el trasfondo de la historia: En el castillo vivía una princesa…, para señalar un evento que fue interrumpido por la acción principal: Estaba comiendo cuando de pronto… Los eventos puntuales que van sucediéndose para formar la narración van siempre en pretérito perfecto. ¿Por qué no cumplimos esta regla cuando narramos un sueño?
En la discusión que siguió, no llegamos a una conclusión definitiva, pero alguien hizo notar que los niños, sobre todo, cuando narran una historia imaginada por ellos o vista en televisión, también emplean el imperfecto: Y entonces llegaba el malo y le tiraba rayos y lo mataba. También lo hacen niños y adultos cuando proponen una ficción: Juguemos a que vos estabas enfermo y yo venía y te curaba. Parece que lo irreal atrae a este tiempo verbal, que en realidad es pretérito (pasado) solo de nombre.
A la Nueva Gramática de la Lengua Española no se le escapan estos usos, que nombra «imperfecto onírico o de figuración», pero nombrarlos no los explica, salvo diciendo que este tiempo verbal supone un distanciamiento (de ahí que se utilice para describir trasfondos narrativos). Algunas personas a las que consulté, sin conocimientos de gramática, opinaron que cuando narramos un sueño, siempre lo hacemos contra un trasfondo: aunque no lo digamos explícitamente, toda nuestra narración comienza con un Mientras dormía, en mi mente pasaban las siguientes imágenes…, y por supuesto, la narración así planteada tiene forzosamente que continuar en pretérito imperfecto, porque nunca hay un evento puntual que se afirme y se delinee contra el trasfondo nebuloso del sueño. El sueño es un estado que persiste durante un tiempo que no tiene principio ni fin claros.
(A quienes no hayan visto todavía Inception, de Christopher Nolan, se las recomiendo encarecidamente. En una de las escenas expositivas introductorias, el personaje de DiCaprio, nuestro guía experto en el mundo de los sueños inducidos, explica que una de las formas en que podemos darnos cuenta de que estamos en un sueño es tratar y ser incapaces de recordar cómo llegamos ahí. El sueño, considerado como historia, siempre empieza in medias res).
No hay, al relatar un sueño, ninguna posibilidad de comenzar con el tradicional Había una vez…, porque caemos en el sueño como quien hace bajar a un personaje con un cable en medio del escenario de una representación teatral ya iniciada —somniator ex machina—, con todo el mundo «en marcha» y gente corriendo de un lado para allá. Al finalizar nuestra torpe narración de los «hechos», decimos y entonces me desperté, cortando el hilo y pasando al pretérito perfecto simple, para referirnos al momento en que el sueño terminó. Pero en realidad, por supuesto, este es el momento en que nos dimos cuenta de que el sueño ya terminó. El final de ese monólogo mental que es el sueño siempre es vago, como lo es su comienzo.
Este artículo es una versión reciclada, ampliada y emprolijada de algo que escribí hace un par de años.