Si todo sale bien, en algunas horas estaré en un vuelo de Lufthansa camino a Berlín (con escala en Fráncfort del Meno1). Es la primera vez en tres años que me tomo vacaciones, la segunda vez en mi vida que viajo fuera de América del Sur, y la primera que voy a un país cuyo idioma (hablado) no domino con soltura.2 Dejo artículos programados para que se publiquen cada lunes por la mañana, como es mi costumbre, mientras esté ausente. Es muy poco probable que logre o siquiera intente publicar algo desde Alemania, pero para quienes me siguen acá en Substack quizá haya alguna nota o imagen al pasar.
Tengo en la cabeza la idea de ir a Alemania desde hace tiempo, pero sucesivos eventos fueron frustrándola: la crisis económica a mediados de 2019, la cuarentena y sus réplicas, la otra crisis económica posterior al rebote postpandemia, la nueva crisis económica del cambio de gobierno; en lo personal, además, la necesidad de mudarme con todos los trastornos y gastos que eso implicó.
El dinero era y es un problema pero hasta ahí. Los argentinos sabemos que las cosas suelen fluir y escaparse de manera brusca cuando uno menos se lo espera, y que el principio de que «la guita va y viene», aunque su segunda parte no se cumpla infaliblemente, es lo único que nos preserva de la desesperación económica. Así las cosas, en noviembre, un mes después de depositar mis bártulos en mi nuevo hogar, decidí que no podía esperar a que todo estuviera «bien» y asentado en mi vida y en el país y puse manos a la obra, porque el tiempo, como dice la canción, no para. Quizá el destino me depare que Argentina no salte por los aires de aquí a —pongamos— el día del vencimiento de mi tarjeta de crédito a principios de abril. Y si no, quién me quita lo bailado.
Como comenté en un artículo sobre cierta traducción, muchas de las ciudades y regiones alemanas que conocemos tienen una traducción castellanizante aceptada por razones históricas de cercanía entre los reinos de España y el Sacro Imperio Romano Germánico. Me parece horrible decir «Fráncfort del Meno» en vez de «Frankfurt am Main», pero lo dejo para mantener la coherencia con «Berlín» (en vez de «Berlin» y con «Múnich» en vez de «München»).
También voy a pasar unos días en Praga. No hablo ni una palabra en checo y no creo poder aprender ahora, pero el inglés —me dicen— me va a bastar.